martes, 17 de junio de 2008

PIRATAS DEL ATAZAR


Queridos lectores de CyS, esta vez cambiamos las botas y los bastones para calzarnos las piragüas, las palas y los chalecos salvavidas. ¡Nos vamos a remar!

Lo haremos en el pantano de El Atazar, que, gracias a las pasadas lluvias, caídas, nunca mejor dicho, del cielo, lo encontraremos llenito hasta los bordes. Allí haremos trabajar a nuestros brazos, nos tostaremos con los primeros rayos del verano, y haremos frente a las catervas de piratas y bucaneros que suelen surcar las aguas del conocido embalse madrileño. Buscaremos tesoros escondidos —y los encontraremos—, exploraremos recónditos parajes hasta ahora nunca rastreados, capturaremos bestias acuáticas —no olvidéis vuestros arpones— a las que nadie osó nunca enfrentarse, y, sobre todo, nos lo pasaremos muy bien.

No dejéis de aprenderos el himno compuesto especialmente para tan singular acontecimiento, que ya os pasé en algún correo, pero que podéis ver también aquí. Al que no lo aprenda se le requisará la comida y nos la comeremos los demás, que tendremos mucha hambre después de tanto ejercicio.

Llega el verano, y con él nuevas aventuras para CyS. ¡A disfrutar!

PEQUEÑOS PLACERES


El pasado sábado 14 de marzo tuvo lugar una nueva salida campestre de CyS. Esta vez la ruta fue muy sencilla y corta, eso sí, de una belleza sin igual. No hubo durante el recorrido fenómenos paranormales, ni grandes aventuras. No nos asaltaron los apandadores, ni los salteadores de caminos. Tampoco tuvimos desagradables encuentros con fieras salvajes, ni nuestras vidas corrieron peligro en momento alguno del itinerario. No, no hubo nada fuera de lo común. Salvo que durante la comida y la siesta nos visitaron algunas arañas carnívoras del porte de Ella Laraña. Pero sólo eso. Nada que merezca la pena reseñar con especial hincapié.

Disfrutamos, eso sí, de unos paisajes primaverales difíciles de encontrar ya a estas alturas del año, cuando normalmente el verano ha empezado a secar los campos en Madrid. Cantueso, diente de león y otros ejemplares de flores silvestres, a cada cual más bello, tapizaban los suelos junto a los que caminábamos, para deleite de nuestros ojos y de nuestros espíritus. Numerosos fresnos nos daban sombra cuando la necesitábamos —especialmente a la hora de comer—, y una suave brisa templaba la temperatura haciendo muy agradable y gustoso el ejercicio de caminar. De fondo, el embalse de Riosequillo, que de sequillo, gracias a Dios, y a las lluvias del mes de mayo, nada tenía. Da gusto ver ahora los pantanos de Madrid, todos llenos a rebosar.

En definitiva, nada del otro mundo, pero muy provechoso todo para los sentidos y el alma. Buena compañía —esta vez fuimos pocos, 8, pero bien avenidos; aunque esto último, en CyS, siempre—, buenos paisajes, buena temperatura, buen yantar y una buena siesta a la sombra de los fresnos. Ah, y para rematar, café y refrescos en El Paular, que bien lo merecía la ocasión.